Mucho antes de que lo digital volviera global el emprendimiento, el mundo entendió algo fundamental: la innovación —si quiere cruzar fronteras— necesita reglas comunes.
Hace 58 años más de 50 países firmaron en Estocolmo un tratado inédito: La Convención Constitutiva de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI).
Desde entonces, la OMPI ha sido el marco técnico y legal
Que permite proteger activos intangibles más allá de las jurisdicciones nacionales. Un organismo que coordina, media y estandariza… sin imponer.
Pero los retos de hoy no se parecen a los de 1967.
¿Cómo resolver disputas en entornos donde las fronteras legales no están claras?
¿Cómo armonizar sin desdibujar la soberanía regulatoria?
¿Cómo anticipar reglas útiles para tecnologías aún en desarrollo?
Su rol se sostiene en tres pilares clave
Administra instrumentos esenciales como el PCT (patentes), el Convenio de París (marcas) y el Sistema de La Haya (diseños).
Herramientas:
Ofrece soluciones concretas para empresas, inventores y titulares: desde registros hasta sistemas de resolución de disputas.
Facilita la integración de estándares mínimos de propiedad intelectual en más de 190 países.